lunes, 9 de noviembre de 2009

POR EL AMOR DE DIOS, DOCTORCITO


-Discúlpeme doctorcito, pero estoy completamente seguro que, bien, no puedo estar. El pecho lo siento morir. Me aprieta, no me deja respirar. Doctorcito, le juro, vivir así no es vivir, es mucha tortura, doctorcito.
-...

-Pero no se me quede callado doctorcito, no me mire con esa cara, como si estuviera loco, no me mire así, por el amor de Dios. ¿No ve que me muero, doctorcito, no ve como se me van las fuerzas de una? Mire doctor -no le molesta que le diga doctor ¿verdad?- necesito que me recete esa bendita pastilla que me dio la otra vez. Yo la compraría por mi cuenta, pero en la farmacia dicen que necesito una receta médica, que la anterior ya expiró.

No se me asuste doctorcito, que yo entiendo que usted puede pensar que soy uno de los drogadictos estos, que vienen a fastidiar porque sí nomás, para que les de esos medicamentos que lo hacen sentir a uno en el paraíso, y que en cierta forma no está tan mal, porque doctorcito, usted y yo sabemos que la vida es tan dura a veces, que lo mejor es mandar todo a la misma mierda y comenzar a evadirla de la manera que se pueda. Pero yo no soy uno de esos, doctorcito, le juro por la Sarita que no. Soy su paciente de años, mi querido doctorcito –lo de querido, le juro de nuevo, no es sobonería doctor, nomás que yo a usted lo quiero, usted me ha curado una infinidad de veces y lo menos que yo puedo hacer por usted es guardarle estima, usted sabe, si algo no soy en esta vida, es un sobón- no me puede negar la medicina esta, es que el pecho se me hunde, me aprieta un horror. Yo se que usted duda, es su trabajo doctorcito, dudar de aquel que le pide una receta. Pero hágame el favor de dejarse de dudas de rutina, que usted a mí me conoce. Y si quiere una prueba fehaciente de que no soy ningún fármaco dependiente, ahí está, en sus narices. Ni usted mismo se acuerda bien de haberme atendido ¿cierto? Pues ¿qué mayor prueba quiere usted? Soy de los pacientes que no les gusta mucho venir a estos sitios. Siempre he sido sano, mi doctorcito, siempre lo he sido. Con las justas una que otra vez lo he visitado por aquel insomnio terrible que me vino de buenas a primeras. O por la subida de presión de un día bastante malo. Nada más, y de eso hace tantos años ¿no lo recuerda? Haga memoria doctorcito, no me venga con que no me conoce, que ahorita si me muero. No me diga eso pues, como me va pedir que me retire, esa no es la manera de tratar a un paciente ejemplar. Caray doctorcito, usted no me puede hacer esto.

Doctorcito... -está bien, enfermero, como quiera, lo mismo da- no me puede negar la medicina ésta, verá, me muero doctor, me aprieta el pecho horrores, desde hace días que no puedo ni respirar bien. Todo por mi jefe de mierda, me botó por no se que cosa, y bueno, como que las cosas no están bien, como que todo me huele a tragedia, como que lo único que me queda es la vida doctorcito, que es dura, bien dura y golpea con fuerza, y yo solo le pido que me escriba en uno de esos papelitos, que usted manda a imprimir por miles, que autoriza que compre esa medicina bendita. Ya pues doctorcito, no se haga de rogar, que en serio le ruego. Lo que sea hago, doctorcito. Todavía algo de ahorritos me quedan, en algo podemos quedar, no me diga que no señor enfermero, no me diga que no por lo que más quiera.

1 comentario:

  1. jajajjaja.... felizmente no me sentí identificada... doctorcito... jajaja

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